En la vida hay días lluviosos, días
nublados, días en los que el sol brilla con más intensidad que
otros. El único y gran consuelo es saber, que más allá de las
nubes sigue brillando el sol.
Después de la tormenta siempre
llega la calma.
Si algo nos unió a nosotros es que
en nuestras vidas hubo más días nublados que soleados. Hemos
sentido la soledad aún estando rodeados de gente, hemos
experimentado el dolor hasta puntos realmente extremos, hemos llorado
sin tener en quien apoyarnos, hemos esperado contra toda esperanza a
que todo esto cambiase, porque en el fondo sabíamos que detrás de
todo ese dolor había un designio especial, que sólo existía en la
mente de Jesús.
Y como la esperanza es lo último que
se pierde, esperamos y ahora podemos mirar atrás y dar gracias a
Dios por todo lo que pasamos, porque gracias a ello hoy estamos dónde
estamos, y nosotros somos de los que pensamos que la mejor escuela,
es la vida misma, y muchas veces la escuela del sufrimiento.
Por eso la vida nos puede golpear y
maltratar hasta dejarnos sin aliento, pero es entonces cuando nos
hacemos conscientes de que no somos nosotros los que luchamos, es Él
el que pelea por nosotros, el que nos ayuda a vencer toda batalla que
se nos presenta en la vida.
Y muchas veces como nos paso a
nosotros te encuentras con que no eres tu el único que lo has pasado
mal, hay muchas más personas que pasaron por tu misma situación, o
por alguna mucho peor.
En nuestro caso nuestras historias se
unieron y queremos que se hagan una sola y que metidas en el corazón
de Cristo puedan ser luz para otras personas y que sepan que aunque
la noche se haga muy oscura nunca, nunca estamos solos. ÉL PELEA POR
MI Y POR TI.